La semana pasada se estubo hablando en clase acerca del conjunto que forman la ARQUITECTURA y la MÚSICA. Son dos cosas totalmente opuestas, como el ying y el yang, el blanco y el negro o el tocino y la velocidad. Sin embargo una necesita de la otra.
En arquitectura siempre se ha buscado el dinamismo, cosa de la que carecían los edificios ya de por sí, y se ha conseguido con la armonía de la música. Muchos arquitectos se inspiran escuchando Mozart, Beethoven, Daddy Yonki o los triunfitos al igual que algunos músicos se van a la cima mas alta de su pueblo o a un edificio emblemático para inspirarse en sus obras. Lo que le sobra a una lo tiene la otra, la música crea espacios inmateriales pero dinámicos, en cambio la arquitectura los crea materiales pero estáticos. Se puede ver música en un edificio o una nave de aviones en una partitura.
Esto es lo que los profesores nos intentaron inculcar la semana pasada, ni más ni menos. Pero no es tan fácil de asimilarlo, nosotros venimos de cárceles regidas por normas donde no nos dejan imaginar y nos plantan delante de un folio en blanco en busca de números y letras. Cuando salgamos de la escuela, ya formados, convertiremos esos números y letras en edificios, y alguno que otro en música, aunque no estemos aquí para tocar la guitarrita.
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