viernes, 5 de noviembre de 2010

Reflexiones segunda semana

Durante la última clase de Proyectos, se nombraron importantes temas que ahora paso a resumir y comentar brevemente. La exposición del libro “Modos de ver” causó polémica entre los presentes, pues había quien pensaba que la realidad era totalmente objetiva, se mirase desde donde se mirara, y la opinión opuesta defendía la existencia de más de un punto de vista, es decir, lo que conocemos como subjetivismo. Personalmente, me inclino por la postura subjetivista, ya que cada persona es un mundo completamente diferente y ya pasemos mucho tiempo junto a alguien, que nunca habremos tenido las mismas experiencias, ni nuestra mente de desarrollará de manera afín con esa persona. Todo es relativo, como dijo en su día Einstein, consecuentemente todo está sometido a la subjetividad. Creo que este tema no hay que ponerlo de ninguna manera en duda: es cierto que la realidad es tal como es, y está ahí, fija pero a la vez cambiando con el paso del tiempo y de las personas; pero el “modo de verla” es lo que se trata de explicar. Cada uno tiene y ha vivido una vida en la que su mente moldea de cierta forma la realidad, y nadie más la observará como lo hace él. Este principio filosófico causó muchas disputas y enfrentamientos entre racionalistas y empiristas, que no terminaban por encajar el concepto al que querían definir con exactitud: la realidad.

En la presentación de dicho libro, se mencionó de forma precisa el materialismo al que estamos constantemente sometidos y que viene provocado por la publicidad, entre otras cosas. Cierto es que los avances en la industria y la ciencia no podían acarrear únicamente ventajas; la publicidad nace y aparece con intención comunicativa, pero pronto termina por tomar el camino del engaño, de la persuasión. Al fin y al cabo no es más que una guerra entre hombre y hombre, pues el mismo que maquina esa publicidad falsa, es el que más tarde la recibirá y caerá presa suya. Cuando parecíamos haber llegado a la cumbre de ambición humana, cuando nuestras verdaderas necesidades y comodidades habían alcanzado límites que antes no se sospechaba lograr, caemos en la más simple trampa del materialismo y el deseo de más posesión. Parece que no estamos contentos con ser felices con lo mínimo y la publicidad nos hace creer que con lo material, la felicidad está al alcance de la mano. Quien se da cuenta de lo que realmente tiene por enemigo, se dará cuenta que ni merece la pena luchar, pues la madurez demuestra esa independencia de lo material.

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